El delito de secuestro constituye una de las expresiones más graves de la violencia criminal, afectando no solo a las víctimas directas sino también al entorno familiar, social y económico. La frecuencia de secuestros varía según la región, influida por el crimen organizado, el control estatal y la densidad poblacional. En los últimos años, este crimen ha experimentado una notable evolución, no solo por el incremento en su frecuencia en determinadas zonas, sino también por la creciente sofisticación de sus métodos.


